jueves, 25 de marzo de 2010

LA ENAMORADORA DE TAXISTAS (basado en una historia casi real)


-A Amenábar al 1600, por favor.

Mary ya hizo ese acto instintivo que tanto placer le generaba. Se paró a 20 metros de la esquina de Callao y Corrientes, sobre Callao, vio venir el taxi con el cartelito rojo encendido, estiró el brazo, lo paró y se sentó.

-Hola –dijo con su voz suave y angelical, con su sonrisa más seductora-. A Amenábar al 1600, por favor.

No hay registro exacto, nosotras en el grupo de amigas no lo llevamos, de cuándo Mary abrazó el mote que mejor la representaba: La Enamoradora de Taxistas.

Permítanme presentarla. Mary es muy linda y esto es una obviedad. No hay belleza por descubrir en ella porque todo está ahí: sólo se trata de mirarla. Rubia, de ojos celestes, delgada, un físico armónico. Linda. Mary es linda.

Sin embargo, ella no le prestaba atención a los chicos comunes. No les daba bola a los que podía cruzarse por la calle, en el trabajo, en la facultad (Mary estudiaba abogacía) o donde fuere. No. A Mary le gustaban los taxistas. Sólo ellos.

-¡Qué lindo esto que tenés acá! Porque cuando llueve podés abrir un poquito las ventanillas y no te entra agua.

Mary sacaba temas de conversación de cualquier cosa y hasta podía llamarle la atención esos plastiquitos que rodean las ventanillas delanteras de los autos. Y les hacía chistes a los tipos, mientras se acariciaba el pelo. Si hasta los tocaba, en señal de confianza.

Ah, ¿qué, no les conté? Mary se sentaba siempre adelante e incluso, para acercarse a los choferes y lograr un buen grado de confianza, les narraba episodios de su vida cotidiana o conversaba con ellos sobre el vínculo con su madre. “Mamá está loca, me manda mensajes de texto por todo. Una vez me puso: ‘Delirio en La Plata. Se salvó Gimnasia’”. Nunca le contamos cuántos viajes hizo, porque era imposible.

A los tipos les gustaba, claro, cómo no les va a gustar. La mina era bella y hablaba de cosas mundanas, buscaba una conexión con ese mundo masculino. Además, no estereotipaba: gordos, flacos, jóvenes, viejos, reos, hippies, clásicos. ¿Qué escuchaban Radio 10? No le importaba: la cuestión es que fuesen taxistas. A partir de ahí, algo positivo les iba a encontrar.

-Ay, mirá qué bien que te funciona la ticketera. ¿Es bárbara, no? ¿Hace cuánto que te la compraste?

Si nos habrá contado historias. Amores, desamores, infidelidades, matrimonios rotos, papelones sexuales, de todo... ¡Las veces que llamó a un Radio Taxi para conseguir los datos de algún chofer!

-Me encanta esta guantera. La veo de afuera, pero se ve súper espaciosa. ¿Ahí te entran todos los papeles y más, no?

Mary pasó a buscar a chicos por paradas de taxi, paró a comer pizzas grasosas en lugares que no podrían estar abiertos si bromatología se diera una vuelta por allí, tuvo relaciones sexuales en esos autos negros y amarillos, mientras de fondo se escuchaba a la operadora que por el radio enumeraba destinos sin parar: “Móvil 478, responda; 574, 574, Chile 654, pasajero Ariel; ¿Acepta el viaje 345?”.

-A Amenábar al 1600, por favor.

Alexis la vio y sintió un impulso que no pudo controlar. La tuvo al lado (recuerden, Mary se sentaba adelante), sintió la estela de su perfume y no hizo falta más. En el primer semáforo ya la estaba comiendo a besos.

-Ay, mirá cómo tuneaste el volante. ¡Sos un loco, vos!

Fue lo único que Mary pudo decir, antes de que el muchacho le agarrara la cara con la mano derecha y le tocara un pecho con la izquierda.

Y llegó a Amenábar, y subió, y el octavo C fue –esa noche- un lugar lleno de fuego.

En mi grupo de amigas no podemos dejar de hablar de eso y reconstruir cada uno de los segundos de ese viaje que le cambió la vida toda. Alexis nunca más bajó, porque Mary, La Enamoradora de Taxistas, tuvo siempre el miedo de que alguna se lo robara. El pibe, que no quería pero ese día finalmente salió a manejar el auto de su padre para ganarse unos pesos, se compró otros coches, se puso una empresita de Radio Taxis y la atendió desde ese octavo C.

Eso sí, cuando Mary y él salen a pasear, van en el tacho.

2 comentarios:

Shalena Mitcher dijo...

Me siento un touch identificada con la Mary.
Lo dije.

Inés Lerda dijo...

Qué grosa!! no sabía que lo habías publicado acá, yo ya te lo dije antes pero lo repito: buenísimo, me reí un montón. gracias por escribir así de bien!