miércoles, 22 de octubre de 2008

YA LO SABEMOS, TODOS TENEMOS UN POCO DE MIEDO


El miedo atemoriza. El miedo bloquea. El miedo impide. El miedo detiene. El miedo perturba. El miedo genera llanto, risa, bronca. Obvio: el miedo da más miedo.

Pocas sensaciones tienen tantas aristas como el miedo. Hay miedos tontos, como el miedo a encarar a una chica. Hay miedos chiquitos, como el miedo a los fantasmas, al hombre de la bolsa, a la oscuridad. Y hay miedos grandes, como el miedo a crecer o el miedo al futuro de los hijos.

Algo es claro: al miedo hay que tenerle respeto.

Hay miedos que encierran, como el miedo a un trabajo nuevo, a socializarse, a mostrarse como uno es. Hay miedos egoístas, como el miedo al futuro de nuestros padres o nuestros abuelos: al pánico que causa la idea de que algún día no estén con nosotros.

El miedo muchas veces es sufrimiento.

Se le puede tener miedo a las cucarachas, a las palomas, a los ruidos, a un vecino que está loco y que te golpea la puerta para pedirte que le calientes el agua de la pava o que le prestes 25 pesos.

Hay miedos cobardes, como el miedo a que tu pareja te deje. Hay miedos miedosos, como el miedo a la muerte. Hay también miedos ampulosos: el miedo al poder, a los sistemas políticos, al hambre del mundo. A la situación del mundo en sí.

Hay miedos autodestructivos: de esos que se sienten cuando uno va a enfrentar algo que seguramente tenga consecuencias positivas. Miedo autodestructivo: uno sabe eso, pero no lo encara por miedo.

A veces, el miedo es un estado maravilloso.

Hay gente que se cree valiente porque se agarra a trompadas, porque se la re banca. O porque se las sabe todas, porque es re capo. O porque es re canchero y re inteligente y se siente muy seguro de sí mismo: porque ahí está él, mírenlo todos. O porque tiene sexo con mucha gente y lo cuenta como si se tratase de ganar trofeos.

Ser valiente es enfrentar los miedos. Chocarlos, empujarlos. Es que el miedo te pegue las piñas más dolorosas y, con el alma llena de lágrimas, decirle: “Bancame. Dame un tiempito que me recupere y ahí voy a pelearte otra vez”. Ser valiente es decirle al miedo un irónico: “Uhhh, qué miedo”.

4 comentarios:

Pat dijo...

Lo mejor que aprendí en mi vida es que el miedo es re cagón. Tiene miedo de que nos animemos. En cuanto lo enfrentás se va como rata por tirante.
Besos!

Pat dijo...

Otra cosa más aprendí:
Los que parecen valientes, seguros de sí mismos, a veces tienen más miedo que nosotros. Sólo que se defienden así.
Ah! y los que cuentan que tienen sexo con mucha gente son idiotas.
Besitos otra vez

De Tal Palo dijo...

Aunque soy prácticamente un hobbit, me creo muy poderosa (hasta que me toca la puerta el maldito loco).

Anónimo dijo...

Fantástico blog me gusta me ha aireado mi imaginación y pensamiento estancado, muchas gracias por su edición con tan buen gusto felicidades, reciba un abrazo.