
Tuve varias mascotas, sobre todo en la infancia: perros, gatos y caballos. Sin lugar a dudas, el principal responsable fue el Gordo Ramón, quien ama a los animales.
A mí me gustaban los perros: recuerdo particularmente a Bucky, a Panky y a Beetho (por Beethoven). A mi hermano, los gatos: tuvo varios y todos se llamaron Mish. Al Gordo Ramón, los caballos: Pícaro, Pepino, Tipo y Chucho, por nombrar algunos.
Pero hubo también otros animalitos. Tuvimos pajaritos, hasta que mi madre los soltó para darles libertad; ovejas en el patio de casa, gallinas y gallos, patos, conejos, alguna que otra tortuga… Hasta un zorrino.
En la lista voy a agregar a la Chiva: así, con mayúsculas, porque era como la llamábamos. Ayer soñé con ella, tuve como un deja vu: el Gordo Ramón que nos la presentaba, mi hermano y yo poniéndole un collar y sacándola a pasear por el barrio. La Chiva que nos gustaba, que nos hacía reír. Nosotros que la disfrutábamos, la Chiva que parecía que la pasaba bien. Un deja vu: una foto con la Chiva en la puerta de casa, Andre que se subía arriba de ella como si se tratara de un caballo. El Gordo Ramón que la cocinaba en el horno de barro del fondo: una mesa con personas comiéndose a la Chiva.
P.D.: no, nunca viví en una granja. Pero cuando me llevaban de la escuela en excursión a una, para mí no tenía mucha gracia.