martes, 2 de abril de 2013

AMELIE

Odio la desilusión porque me duele como una astilla que se te clava en el pie y no te la podés sacar: y se queda ahí, durante días, y quizás se te infecta y entonces el malestar se vuelve constante. Odio la desilusión que te cierra el pecho, que no te deja dormir, que te parte el alma, que te hace sentir que si hoy, ya mismo, murieras, no le podrías donar el corazón a nadie porque le cagarías la vida.

Y ya tengo unos cuantos años, con lo cual me desilusioné algunas veces.

Resulta que tuve una desilusión fuerte hace unos meses cuando me robaron mi bicicleta. No voy a ponerme a discutir con nadie acerca de los objetos en los que uno deposita afecto. No me importa. Yo a mi bici la quería. Y mucho.

De un tiempo a esta parte elaboré la teoría de que a una desilusión le sigue una ilusión. Y me baso en experiencias empíricas para sostenerlo, eh. Claro, muchos se preguntarán eso a lo que todavía no le encontré respuesta: ¿para que haya una ilusión tiene que haber necesariamente una desilusión? ¿Existe una sin la otra? En fin. Un interrogante más de la existencia humana.

Cuestión que yo perdí a mi bici. Pero un día fui a lo de un amigo y le comenté el duelo que estaba haciendo. Leo es mi amigo que podría ser mi ángel de la guarda: me llevó al garage de la casa de su mamá, me señaló una bici de mujer y me dijo: “Llevala. La vas a tener que arreglar, eso sí. Es tuya”. Fue un momento de mucha felicidad. Tenía otra bici, más humilde, más viejita, pero linda igual.

Después, otro día, la llevé a la bicicletería. Fui apurada, así que indiqué los arreglos que quería y me fui rápido. El problema surgió cuando volví a buscarla. Ahí me encontré con Amelie.

Amelie es una bici que sacó una conocida marca en esta movida marketinera y snob que hay alrededor de este vehículo. Una bici de diseño. Y se llama así porque era la que usaba la protagonista de la película del mismo nombre. Me enamoré a primera vista.

Ya la conocía por fotos, pero tenerla ahí, de frente, con ese color cremita y el canasto y el asiento en marrón, tan bien combinado todo, me rompió los esquemas. Desde ese momento, me compré un problema. Es re triste: me siento como si saliera con un tipo muy grande y de golpe me enamorara de un pendejo. Estoy culposa. Me mata usar la que me regalaron sintiendo que deseo a Amelie. Para colmo, cada día que pasa le encuentro a mi bici un problema nuevo. Siempre pienso que quiero tener la otra. Y ya vi la película dos veces en este último tiempo.

Así que acá estoy, desilusionada otra vez, pero esperando que la rueda siga girando y algo me renueve la esperanza.

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