Pero no.
Leyendo el libro “Mujeres tenían que ser”, de Felipe Pigna, me encuentro con la historia del sirviñaco, una forma que les permitía a las parejas de los pueblos andinos convivir sin casarse. Ver qué onda, bah.
Dos personas probaban pasar tiempo bajo el mismo techo. Y si funcionaba, contraían matrimonio. Claro, esto no les gustaba a la Iglesia y al Estado español, que intentaban tirar abajo esta forma madura de ir paso a paso en una relación: se creía que si se pasaba por esta etapa el éxito matrimonial estaba garantizado. Por eso, estas instituciones catalogaban al sirviñaco como concubinato, para descalificarlo.
Jaime Dávalos y Eduardo Falú hicieron un bailecito que es precioso. Si yo quisiera manifestarle a alguien que quiero vivir con él, le mandaría esta canción por mail.
Les dejo la letra:
Yo te he dicho nos casimos,
vos diciendo que tal vez;
sería bueno que probimos
m'a ver eso qué tal es.
Te propongo sirviñaco,
si tus tatas dan lugar
pa l'alzada del tabaco
vámonos a trabajar.
Te compraré ollita nueva,
en la feria 'e Sumalao,
es cuestión de hacer la prueba
de vivirnos amañaos.
Y si tus tatas se enteran,
ya tendrán consolación,
que todas las cosas quieren
con el tiempo la ocasión.
Y si Dios nos da un changuito
a mí no me ha de faltar
voluntad pa' andar juntitos
ni valor pa' trabajar.
1 comentario:
Y se va la última! Hermosura de canción!
Te propongo como seña
pa’ saber si me querís,
cuando vas a juntar leña,
silbame como perdiz.
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