Ahí está, para marcar el paso del tiempo. Para que te quede claro que hay aspectos que la suma de minutos de tu vida va modificando.
Lo asumís: cada día que pasa ves menos. Te reconocés en un gesto: los ojos achinados, la nariz un poquito arrugada, el esfuerzo por enfocar aquello que se ve a lo lejos y que vos no distinguís.
El oculista te dice miopía y te convence de que te va a curar. Te comprás anteojos con cierto aumento. No te gusta cómo te quedan, pero bueno, ayudan a ver de lejos.
Igualmente, los contornos ya no tienen la misma forma que antes, porque ahora ves figuras, formas: imágenes difusas, nubladas. Muchos días te parece que el mundo –según tus ojos, claro- es una nube.
Identificás determinadas cuestiones de la rutina, aunque no las veas bien. Yo, por ejemplo, me doy cuenta cuando viene el 24 porque es el del cartel azul. El número, por supuesto, no lo distingo hasta que él está a dos pasos mío. Y ya perdí la cuenta de la cantidad de colectivos que dejé pasar por no saber cuáles eran, por esa duda de si pararlo o no.
Reflexionás sobre el sentido que se está escapando de tu vida. “Hay cosas que estaría bueno no ver”, pensás. Y le sacás los puntos positivos. La no visión te ayuda a desarrollar los otros sentidos y también estimula tu imaginación. Te metés en el juego y te preguntás: “¿Qué podrá ser eso de colores que se ve allá a lo lejos?”.
Hay una amiga que te espera en la vereda de enfrente. Vos mirás y mirás, pero no sabés si es ella o no. Tiene un sweter fucsia, una mujer es seguro. Enfocás, estirás la pera para ver si así podrás ver un poquito más. Ahí te das cuenta de que esos ojos achinados dibujan otra señal del paso del tiempo: las arruguitas que empiezan a tomar forma en la comisura de tus ojos.
Y ella te manda un mensajito: “Cruzá, soy yo, tarada”.
Lo asumís: cada día que pasa ves menos. Te reconocés en un gesto: los ojos achinados, la nariz un poquito arrugada, el esfuerzo por enfocar aquello que se ve a lo lejos y que vos no distinguís.
El oculista te dice miopía y te convence de que te va a curar. Te comprás anteojos con cierto aumento. No te gusta cómo te quedan, pero bueno, ayudan a ver de lejos.
Igualmente, los contornos ya no tienen la misma forma que antes, porque ahora ves figuras, formas: imágenes difusas, nubladas. Muchos días te parece que el mundo –según tus ojos, claro- es una nube.
Identificás determinadas cuestiones de la rutina, aunque no las veas bien. Yo, por ejemplo, me doy cuenta cuando viene el 24 porque es el del cartel azul. El número, por supuesto, no lo distingo hasta que él está a dos pasos mío. Y ya perdí la cuenta de la cantidad de colectivos que dejé pasar por no saber cuáles eran, por esa duda de si pararlo o no.
Reflexionás sobre el sentido que se está escapando de tu vida. “Hay cosas que estaría bueno no ver”, pensás. Y le sacás los puntos positivos. La no visión te ayuda a desarrollar los otros sentidos y también estimula tu imaginación. Te metés en el juego y te preguntás: “¿Qué podrá ser eso de colores que se ve allá a lo lejos?”.
Hay una amiga que te espera en la vereda de enfrente. Vos mirás y mirás, pero no sabés si es ella o no. Tiene un sweter fucsia, una mujer es seguro. Enfocás, estirás la pera para ver si así podrás ver un poquito más. Ahí te das cuenta de que esos ojos achinados dibujan otra señal del paso del tiempo: las arruguitas que empiezan a tomar forma en la comisura de tus ojos.
Y ella te manda un mensajito: “Cruzá, soy yo, tarada”.
12 comentarios:
Colega! Ja ja. Trabajar es una forma de decir. Se podría decir que soy una especie de colaborador en el departamento de prensa de Huracán. Cubro las conferencias de prensa, hago notas a los jugadores los días de partido y subo el material a la página web del club. Trabajo en una farmacia, nada que ver! jaja. Pero bue, es lo que hay. Vos qué hacés?
Besos!
seguro que te quedan divinos!!!!
campeona!!
Se te juntan las cejas, fruncís el ceño y achinás los ojos y aún así no se ve nada...
Es una porquería!!
Está todo bien campeona! no te vamos a dejar de querer porque seas miope ni ciega!
Soy miope hace muchos años, y lo peor es que tu vida dependa SIEMPRE de los malditos anteojos o lentes de contacto. Una esclava ocular, Aye, eso es lo que soy.
Ojos que no ven, corazón que no siente. MENTIRA. Yo era miope, ahora veo de un solo ojo y sin embargo acá estoy, tan enamorado como siempre (quizás un poco menos; pero quizás).
Aye tené cuidado porque admitir la pérdida de la visión es una chance para que algún oportunista te meta un billete falso!.
Saludos!
Yo viví el mismo padecimiento a los 15 años, cuando empecé a parar micros escolares e inclusive camiones para impedir que se me fuera el 141 que me llevaba al colegio. Ya pasaron 19 años de uso ininterrumpido de anteojos. Eso es ser viejo. Lo único que me falta para confirmarlo es tener un hijo...
No tengo problemas de vista, pero mi monitor pide a gritos la eutanasia y de repente se pone tan difuso que me hace pensar que estoy ensegueciendo. Lo apago, le pego, lo prendo y entonces, de a ratos, se vuelve a mostrar diáfano para mi alivio ocular...
Muy lindo post.
Recién entro a leerte.
Me siento muy identificada, hace tres años que uso anteojos por la presbicia y aún no me asostumbré y los vivo perdiendo.
Tener varios pares distribuídos entre carteras y diferentes lugares de la casa, fue la solución
Beso
Lady Baires
Estoy testeando si aparece una fotito que puse en mi perfil, Aye...
Si! Aparece, y salí preciosa!
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