Me interesa tratar de comprender por
qué las personas nos amoldamos a los lugares donde vivimos, conocer
cómo es el proceso que nos lleva a sentirnos parte del lugar que
elegimos para llevar adelante nuestras actividades, ver por qué nos
movemos con comodidad en un contexto geográfico determinado y no en
otro.
Ya sé, a todo esto que digo, un tal
Bourdieu lo llamó habitus.
Pero en vez de escribir sobre Bourdieu
prefiero referirme a lo que pensaba el otro día cuando en una cena
con Tami y Juli, con una tarta de zanahorias de por medio, analizaba
por qué Maradona triunfó en Nápoles y no en Barcelona, por
ejemplo. Por qué se hizo rey en una ciudad que es conocida por la
mafia, por el crimen organizado, porque no es un lugar rico y porque
se parece a Constitución.
¿Y dónde iba a triunfar Maradona
acaso? En Nápoles: rodeado de un contexto que tenía algunas
características similares a Villa Fiorito, su lugar de origen; en un
equipo pobre que era la contracara de los poderosos. Diego -el mejor
Diego- se eyectó desde ahí y no desde Mónaco, Londres o Madrid.
Las ciudades, las personas, los
contextos. La posibilidad de poder decir: este es -ahora- mi lugar en
el mundo. Acá me muevo, acá me quiero mover, acá soy yo porque
este acá me permite sentirme cómodo.
Y este acá se puede construir.
Ayer me crucé a mi amigo Darío por
segunda vez en tres días. La Ciudad de Buenos Aires suele ser cruel
con los que no nacimos aquí. Ningún otro sitio de Argentina es tan
abrumador como este. Y encontrarse con alguien por casualidad es una
excepción.
Pero yo lo vi a Darío y paré a
conversar con él. Dos veces. Las dos veces yo andaba en bicicleta.
Las ciudades, las personas, los
contextos.
Yo me siento cómoda acá desde que
ando en bicicleta. De chica, la bici fue mi medio de transporte: con
ella iba de mi casa a lo de mi abuela o a lo de mis tíos. Y después,
a la escuela. Y después, a visitar a mis amigas. Hasta tuve dos
novios que me regalaron bicicletas.
Me costó adaptarme a Buenos Aires,
pero terminé de cerrar el proceso desde que ando en dos ruedas. Creo
que al hacer acá aquello que hacía en Monte Grande logré terminar
de formar parte. La construcción la había empezado al saludar a mis
vecinos y conocer sus nombres, al pasar por el puesto del diariero y
quedarme a conversar, al hablar con confianza con el mecánico de al
lado: al conocer un poco a los que están cerca.
Es rara Buenos Aires: a veces uno no
identifica a los vecinos del mismo edificio.
Pero yo lo vi a Darío cuando iba de mi
trabajo a mi casa, y la vi a Nati cuando volvía en bici de un
recital y ella estaba en la parada de colectivo, y los vi a Mariano y
a Martín, que también estaban en otra parada esperando otro
colectivo. Los vi y paré y charlamos. Y después seguí, en la bici,
comprendiendo por qué me muevo cómo me muevo en el lugar en el que
vivo.
El flaco que tocaba la guitarra (invisible)
Hace 15 años
2 comentarios:
En realidad llevaba como 7 meses encondido entre autos y seres anónimos esperando verte pasar. Cuando te vi acercarte en bici me asomé como por casualidad, pero al estar cara a cara no me animé a decirte lo que habia pensado en ese tiempo... Mejor te lo digo por algun encuentro virtual
Dario
Jajaja, hasta otro encuentro real o virtual, entonces!
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