-¿Cuál fue tu mejor momento?
-No fue un gol. Fue un pase.
-¿Un pase? Ya sé, a Irwin, contra los Spurs.
-Sí. Fue un regalo. Una ofrenda al gran Dios del fútbol.
-¿Y si lo hubiera errado?
-Tenés que confiar en tus compañeros. Siempre. Si no, estamos perdidos.
El muchacho de la foto de acá abajo es, en realidad, un hombre grande: ya tiene 49 años. Es Eric Cantona, ex futbolista francés, un crack endemoniado y víctima de sus propios fantasmas; con cucos tan inmensos que el episodio que lo hizo conocido mundialmente fue una patada voladora a un hincha. Bah, al menos por eso lo conocía yo.
Por eso y porque sabía que era delantero y goleador y carismático y que usaba el cuello de la camiseta para arriba como marca distintiva.
El diálogo pertenece a la película Looking for Eric, en la que Cantona actúa de él mismo: es algo así como un ángel de la guarda para un protagonista con una vida perdida. Es esta la película que desató la obsesión que tengo por estos días: mirar y mirar goles de Cantona en Yuotube.
Así ando: me despierto y pongo en el celular los 82 goles de Cantona en el Manchester United, desayuno y observo en la computadora los videos que lo muestran como un bad boy. Play, play y play: Cantona, crazy moments.
Cada uno con sus obsesiones.
Resulta que descubrí al Cantona jugador. Entre principios de los ’80 y fines de los ’90 (el periodo en el que Cantona fue futbolista), yo disfrutaba de mi niñez y empezaba a mirar fútbol, pero local. Ahora me doy cuenta que estaba pelotudeando con el Betito Carranza y la Chancha Mazzoni y me estaba perdiendo a Cantona.
Sigo mirando goles. Ese que la baja de pecho y le pega de volea; el bombazo desde afuera del área; el de cabeza, llovido, para que se meta por atrás del arquero; uno que se mete en el área eludiendo rivales para después picarla pegadito a la línea de gol.
Me parece increíble que ningún gol de Cantona –un Cantona con poca pinta de futbolista- es fruto de la casualidad. En cada pelota que se mete adentro hay un proceso de toma de decisión que dura milésimas de segundos, pero que determina la calidad: en ese periodo ínfimo de tiempo él elige cómo ubicarse, cómo pegarle y dónde meterla.
Le cuento a la China, mi compañera de trabajo, esta obsesión que padezco y se ríe, pero después me aporta un dato que completa mi fanatismo. Cantona participó en aquel intento de hacer un sindicato de futbolistas con el objetivo de defender los principios fundamentales del fútbol y salvaguardar los derechos morales y sociales de los futbolistas. Reo, francés, provocador, carismático, talentoso y sindicalista.
“No juego contra un equipo, juego contra la idea de perder”, dijo alguna vez. Y también opinó sobre la pasión: “Si solo tenés una pasión en la vida -el fútbol- y la practicás al punto de excluir todo lo demás de tu vida, se vuelve algo muy peligroso. Cuando dejás de hacer esta actividad, es como morir. La muerte de esa actividad, es la muerte en en sí misma”.
Gracias por la compañía de estos días, Eric. Y ya sé, no sos un hombre. Sos Eric Cantona.