sábado, 31 de octubre de 2009

EL VIAJAR (SENTADO) ES UN PLACER

Lo que voy a explicar se trata de un ejercicio de percepción incomparable. Y puede llevarse a cabo en un día cualquiera. Hoy, por ejemplo, en el 24 que está lleno, con todos sus asientos ocupados.

De elegir un lugar dónde pararse, de adivinar qué persona se bajará primero se trata. Una vez que se tiene el boleto en la mano hay que tomarse unos segundos y dedicarlos a la concentración. Hacer una vista rápida primero y otra lenta, unipersonal, después.

Hay que orientarse de acuerdo a la postura corporal del pasajero o la pasajera que descenderá más rápido. Si es alguien que estira el cuello mirando hacia la calle como buscando algo, ahí está. Igualmente, esto a veces no sucede, porque hay gente que disimula muy bien su descenso. Entonces hay que ir descartando: suprimir al que duerme con la boca abierta, al que lee sin levantar la vista, al que apoyó en el suelo la bolsa que lleva, al que se sacó la campera.

Hay gente que se cuelga hablando un rato por celular (ese tiene para bastante tiempo arriba del colectivo) y hay personas con cara de Conurbano. De esas hay que alejarse.

Claro está, no es conveniente pretender quedarse con los primeros lugares del colectivo: si lo ganás, es obvio que en la parada siguiente se subirá alguna embarazada o un jubilado que te dará pena.

Una vez ejercitados todos estos aspectos (cuando uno ya le va tomando la mano) hay que animarse a arriesgar. ¿Cómo es esto? Yo le llamo "descifrando rostros". Consiste en ver si una persona tiene cara de viajar lejos o de viajar cerca. Cuesta, pero sale, eh: yo acierto en el 75 por ciento de los casos.

Entonces: boleto en mano, mirada rápida, mirada lenta, iterpretación de rostros y vos. Te parás al ladito del elegido y sólo esperás, sabiendo que en un par de paradas ese asiento será tuyo.

jueves, 22 de octubre de 2009

COSAS QUE ME DECIAN PARA HACERME SENTIR BIEN

2 de noviembre - Día de mi cumpleaños – Día de todos los muertos
Mamá: “No es malo cumplir ese día, hija. Porque en realidad se celebra el día de los muertos por… la Patria. ¿Entendés? Es un día muy importante, de gente que hizo mucho por nuestro país. Es muy bueno cumplir en esa fecha”.

Respuesta a las cargadas que mis compañeritos me hacían por el tamaño de mi frente (me decían Bianchi o Panigassi)
Abuela Kika: “Yo no te puedo creer que te digan eso, Ayelén. ¿Pero qué? ¿Acaso tus compañeros no lo saben? No te puedo creer que no lo sepan. Te lo voy a decir una vez nomás, porque es algo que se sabe desde siempre: los que tienen frente grande son las personas de una inteligencia sublime. Como vos, querida. Tenés una frente hermosa”.

jueves, 15 de octubre de 2009

NOSTALGIA DE CAMARA DIGITAL


Con Niko en mis manos, supe creerme una chica creativa. Joven, audaz, talentosa. Incluso me jacté de tener grandes condiciones como fotógrafa. Condiciones que, supe creerme, alguna vez explotaría. Esta es una de mis obras, intitulada: La mano que se mete en el paisaje.


Cómo te extraño, Niko, cómo te extraño.

martes, 13 de octubre de 2009

CHAU, CHAU, ADIOS

Desde el inicio, desde el contacto a primera vista, quedó claro que iba a ser una relación conflictiva. Yo era de un mundo, y él de otro. A mí me caracterizaba la sencillez, la austeridad, y él venía cargado de tecnología, era súper moderno.

Y yo me esforcé por conseguirlo, eh. Digamos que pagué su amor en cuotas: fue un trabajo mes a mes, hasta que llegó un momento en el que me aseguré su corazón.

Una relación conflictiva, decía. Histérica, por qué no. Desde el principio nos quisimos, pero él se alejó. Había pasado una semana de nuestro comienzo. Y él me dejó, justo en unas vacaciones por el Sur argentino. Unos días después nos reencontramos. Y seguimos.

Guardo imágenes de nuestra relación, instantáneas que se suceden y que repaso casi a diario. Si hasta hizo viajes con mi mejor amigo: la típica cargada de que con él recorrió el mundo y que conmigo se movió dentro de Argentina.

“Yo, Niko, voy a hacer que guardes los mejores recuerdos de tu vida”, me prometió alguna vez, desde el silencio.

Tengo que contarlo, él era generoso. Y tenía un amor generoso, se dejaba prestar: lo compartí con mis amigos, con mi familia, con mis compañeros de trabajo.

Y se iba y venía, a veces. Pero venía, siempre terminaba viniendo.

Es una lástima, me domina un dolor profundo. Un sufrimiento cruel, la puta madre. Lo quise. Lo quise mucho. Y fui ingenua: creí que lo nuestro iba a durar muchísimo tiempo. Pero no. El sábado me dejó. Fue raro: lo tenía a mi lado y, de repente, se esfumó, sin que me diera cuenta. Sin siquiera despedirse.

Adiós, Niko, adiós.


Texto de despedida a Nikon, mi cámara digital, ésa que estaba dentro de mi mochila y que alguien me robó en la estación Retiro, sin que me diera cuenta.

miércoles, 7 de octubre de 2009

UNA SEMANA EN UN TORNEO DE TENIS


La riqueza que veo es gente bien vestida. La camisa de marca (un cocodrilo, un polista o una L en el costado izquierdo), los zapatos o zapatillas que combinan con el cinturón, los anteojos súper modernos. Y así. La riqueza que veo es ropa nueva, reluciente. Y el color de piel tostado, aunque haga frío. Y así.

La riqueza que veo la conforman también autos deslumbrantes. Por gigantes, por su luminosidad, por su diseño extraño. Y la gente bien vestida que se esfuerza porque a ellos se los vea ahí.

La riqueza que veo es un nenito comprándose todo lo que ve: pelotitas de tenis, raquetas, remeras, hamburguesas y papas fritas a un precio inusitado (y la hamburguesa que queda por la mitad, en un tacho de basura, porque el nenito se cansó de comerla). Y que dice: “Mami, quiero más”.

La riqueza que veo son personas que pagan una cuota muy muy cara por entrenarse, por hacer ejercicio, en un lugar que no tiene mucho de diferente a otros de esos lugares. Pienso: en ese precio debe cobrarse también el costo por pertenecer.

La riqueza que veo es gente que usa la s como una sh. Me pregunto: ¿en la escuela se lo enseñarán así?

La riqueza que veo me aburre. Y me aburre mucho. Entonces pienso en otras riquezas y pienso cuánto me gusta ver jugar a Gastón Gaudio. Pienso: ¡qué riqueza de talento, por favor!

Me muevo entre toda esta riqueza y desde mi derecha un compañero que me dice que vayamos a la carpa de prensa a merendar: que tomemos el café de ahí y que él trajo galletitas. ¿Ricas? Riquísimas.

jueves, 1 de octubre de 2009

DE BUSQUEDAS SE TRATA ESTE POST


Elegir una casa es un problema catalogado como un lindo inconveniente si el que dice esta frase es el que no tiene que padecerlo.

Porque hay división de clases de problemas, lógico. Y hay dificultades infinitamente superiores o dolorosas o traumáticas. Lógico.

Elegir una casa, decía. Disponer del dinero y que la concreción de eso dependa pura y exclusivamente de un “esta. Quiero esta”. Y después todo lo demás.

¿Cómo explicar cuándo uno se da cuenta de que ésa es la casa que quería?

Hay etapas. Primero uno busca entusiasmado. Lo hace con constancia (sábados y domingos por la tarde), con rigurosidad (es capaz de desechar una propiedad por una manchita de humedad) y con ilusión (no importa, esta no es pero seguro que la próxima sí).

Después, uno se impacienta. Entonces recorre menos, se desgasta: aparecen porquerías, las que gustan superan el presupuesto. La sensación dominante pasa a ser una sola: la frustración, eso de no, no, no voy a encontrar casa.

Y pasa una, y no; y otra, y tampoco; y una más, y menos. Es como pasar hojas de un libro sin leer siquiera una línea. Como si uno lo hiciera para probar, para pasar el tiempo.

Hasta que un día, causalidad, llega. No hay hora precisa, ni época del año, ni forma: puede salir de un aviso, o de una página de Internet, o de caminar calles, o de un amigo que te dijo que un amigo de un amigo vende su departamento. Llega: estás ahí y la sentís tuya. Te llena el alma. Te imaginás transitando esos metros cuadrados en pijama, te pensás recibiendo a tus amigos, te dibujás cocinándole a tus padres. Hasta sabés qué música vas a poner cuando te visite él. Y armás la distribución de muebles, los colores de las paredes, los cuadros que colgarán de esas paredes con los colores.

“Esta. Quiero esta”.

……………………

Cuando repasaba este proceso se me vino un pensamiento. ¿Qué onda? ¿La búsqueda del amor es igual, no?



Aclaración: este texto no quedó como me hubiese gustado. El hecho de que lo postee forma parte de un periodo: asumir ciertas limitaciones.