La sabia Kika, again, soltando sus opiniones en la silla que la sostiene las tardes de verano o de otoño: las tardes en las que no tiene frío y sale a tomar aire a su terraza con flores de maceta.
Allí reflexionó sobre el amor, ese bello estado, ella, una mujer que, pese a que se refirió a la convivencia, no concibe esa situación: "Si uno va a vivir con el otro, hay que casarse", me dijo después.
Yo le pregunto sobre el amor y ella arranca nombrando a mis amigos ("bueno, tus amigos", comienza), porque la pobre se cree que mis amigos son en realidad "mis amigos". Yo ya me cansé de aclararle que ellos tienen sus novias y que no pasa nada: ahora le sigo la corriente. Una vez la saqué a dar una vuelta (no la trato como un perro, pero ella no camina si uno no la saca a caminar) y se produjo el siguiente diálogo:
Aye: Ayer salí con Pablo y Leo.
Kika: Mirá, Ayelén, a mí decime la verdad. Yo ya sé que vos estás un poquito con cada uno, eh.
Aye: ... (cara de "eh???")
Kika: Claro, querida. Pero me parece bárbaro. Vos sos joven, tenés que aprovechar. Y hacelo ahora. Dormí unos días con uno, otros días con otro, quizá alguna vez con los dos... Por ahí te enamorás de alguno o por ahí no y mientras la pasás bien hasta que llegue tu amor verdadero.
Aye: Pero no, Kika...
Kika: (interrumpe) No importa, no importa. A mí me gustan los dos, se ve que son buenos chicos. Pero bueno, quizá son amoríos pasajeros, para pasar el rato. De esto no se entera nadie. Bueno, y contame, ¿adónde fueron ayer?
Kika es también una abuela moderna. Una abuela que es infinitamente más moderna que su nieta.