domingo, 30 de agosto de 2009

CONSEJOS DE AMOR, POR KIKA

La sabia Kika, again, soltando sus opiniones en la silla que la sostiene las tardes de verano o de otoño: las tardes en las que no tiene frío y sale a tomar aire a su terraza con flores de maceta.
Allí reflexionó sobre el amor, ese bello estado, ella, una mujer que, pese a que se refirió a la convivencia, no concibe esa situación: "Si uno va a vivir con el otro, hay que casarse", me dijo después.

Yo le pregunto sobre el amor y ella arranca nombrando a mis amigos ("bueno, tus amigos", comienza), porque la pobre se cree que mis amigos son en realidad "mis amigos". Yo ya me cansé de aclararle que ellos tienen sus novias y que no pasa nada: ahora le sigo la corriente. Una vez la saqué a dar una vuelta (no la trato como un perro, pero ella no camina si uno no la saca a caminar) y se produjo el siguiente diálogo:

Aye: Ayer salí con Pablo y Leo.
Kika: Mirá, Ayelén, a mí decime la verdad. Yo ya sé que vos estás un poquito con cada uno, eh.
Aye: ... (cara de "eh???")
Kika: Claro, querida. Pero me parece bárbaro. Vos sos joven, tenés que aprovechar. Y hacelo ahora. Dormí unos días con uno, otros días con otro, quizá alguna vez con los dos... Por ahí te enamorás de alguno o por ahí no y mientras la pasás bien hasta que llegue tu amor verdadero.
Aye: Pero no, Kika...
Kika: (interrumpe) No importa, no importa. A mí me gustan los dos, se ve que son buenos chicos. Pero bueno, quizá son amoríos pasajeros, para pasar el rato. De esto no se entera nadie. Bueno, y contame, ¿adónde fueron ayer?

Kika es también una abuela moderna. Una abuela que es infinitamente más moderna que su nieta.

lunes, 24 de agosto de 2009

DE CUMPLEAÑOS Y REGALOS (O NO)



Hay cumpleaños que son esperados y no me refiero a los propios: alguna amiga que uno quiere con intensidad, algún familiar que es importante en nuestras vidas, una pareja a la que uno ama profundamente. O un hijo.

En esos casos, el obsequio para esa persona es fruto de una dedicación. Uno empieza a pensar qué regalar desde un tiempo antes, recuerda cometarios del cumpleañero como para ver qué le gustaría, recorre lugares, averigua y selecciona algo con toda la pasión del mundo. Después, claro, puede fallar, pero difícilmente eso ocurra: la energía puesta en eso es tal, que sin dudas despertará alegrías en el agasajado.

El tema es que hay cumpleaños intermedios (o no). Esos que a uno le dan lo mismo. Ese es el tema: comprar o no comprar. A veces, uno compra algo de apuro, a último momento, por una pura cuestión de apariencias: sólo lo hace para no quedar mal. Otras, cae sin regalo. Y si va con un grupo, lo deja librado a la decisión del resto: si todos dicen que sí, pone el dinero correspondiente y ya.

Y hay otra división. Esos cumpleaños en los que alcanza con llevar sólo buena onda. El que festeja es un simple conocido, quizá un compañero de trabajo. De hecho, esos festejos pueden derivar en dos posibilidades: una reunión en la que uno la pasa diez puntos o una de la que se va a la media hora de haber llegado.

No iba a escribir más, pero me di cuenta de que en esa división podría hacerse una subdivisión: la de los cumpleaños de amigos o compañeros de trabajo de nuestra pareja. En esos casos alcanza con ir, sonreír e intentar que el reloj avance rápido. Y punto.

miércoles, 19 de agosto de 2009

REWIND


Hay veces que parece que uno se metiera en el pasado. Que va a un lugar y hay síntomas de otro sitio en el que uno ya estuvo; o alguna imagen que recuerda algún instante que quedó atrás.

No fui a trabajar y me fui al cine Gaumont. Me encantan esos lugares históricos de Buenos Aires que parecen inmunes al paso del tiempo. Había gente, mucha gente que se acercó hasta ahí a pagar seis pesos para ver una película argentina. No bien abrí la puerta sentí que me había metido en los años ’60.

Justo cuando pensaba en eso, un señor que estaba detrás de mío en la cola empezó a contarme su sorpresa: esa misma cantidad de gente había el día que ese cine se inauguró. Y él había estado ahí. Entonces me describió todo: las gentes, las ropas, las avenidas cercanas, la Buenos Aires de hace 50 años atrás.

Me anticipó lo imponente de la sala 1, ésa que yo no conocía y que me pareció maravillosa. La sala 1 te envuelve, pese a su magnitud. Ahí vimos “El secreto de sus ojos”, una película que también transcurre en el pasado. Vayan a verla, por favor vayan a verla.

-Disculpe, me quedó una duda. ¿Se acuerda qué película vino a ver aquél día? –le pregunté.
-(Miró para arriba, pensó un ratito y contestó) Sí. Por quién doblan las campanas, con Ingrid Bergman y Gary Cooper. Yo hoy iba a ir al Shopping Abasto… Pero no sé qué se me dio por venir acá.

Para mí que tenía ganas de retroceder por un ratito en el tiempo.

jueves, 13 de agosto de 2009

JULIETA, LA QUE SE ENOJO POR EL POST DE ABAJO

Julieta nació el 15 de diciembre de 2002. Yo (y su madre también) tenía 20 años y estaba deslumbrada por la situación. Me tomé el colectivo hacia el hospital con otras dos amigas, le compramos un elefante de peluche vestido de marinerito y subimos a conocerla. Casi lloro: en el momento en que la vi entendí de qué se trataba querer a una bebita.

Julieta me enseñó eso. Entre otras cosas, claro. Fue la primera que me puso el rótulo de tía, pese a que no lo soy y a que nadie le dijo que yo lo era. Un día, cuando ella era más chiquita que ahora, intenté explicarle que yo la quería como si fuese mi sobrina, pero que en realidad no lo era. Se puso a llorar. Ahí le dije que si alguna vez no me decía tía, yo me iba a ofender.

La fui viendo crecer y formar ese carácter fuerte que tiene, y que no sé de dónde sacó. Antes se levantaba de mal humor (de pésimo humor, nadie podía hablarle), ahora contesta y te pelea si no está de acuerdo con lo que le decís.

Cuando era más chiquita (ahora dice que es grande), buchoneaba a su mamá: cuando llegaba su papá, le decía que su mamá le había sacado plata de donde él la escondía. Ahora, con seis años, le cuenta al padre cada vez que vienen a mi casa y su madre toma alcohol.

Es muy observadora y súper demostrativa. La última vez que me visitó, me dejó escrito en la computadora la siguiente frase: “Juli Tía Te amo”. Yo le detallé aquel recorrido en colectivo y el momento en que la vi, casi siete años atrás. Le dije que era una negrita hermosa y que le habíamos llevado el elefante blanco vestido de marinerito. Y respondió:

“¿Sabés qué, tía? Yo me acuerdo. Sí, en serio, me acuerdo. ¿Porque sabés qué? Tengo el elefante arriba de mi cama”.

miércoles, 12 de agosto de 2009

MICAELA, LA CONJUGADORA DE VERBOS


Micaela nació el 9 de octubre de 2006. Yo estaba en el trabajo y salí con el tiempo justo. Manejé rápido, muy rápido (violé la ley, sí) para llegar a conocerla. Nunca me voy a olvidar de la sucesión de detalles de esos cinco minutos en los que la observé, la besé y la alcé un ratito.

Micaela es una chiquita chiquitita que es capaz de jugar sola por un rato largo. Agarra sus muñecas y les habla, inventa diálogos entre ellas, las sienta en la cama y se hace la que es la maestra de esas bebotas y barbies que la miran.

Micaela sabe el saludo de los esquimales, sabe tirar besos, sabe abrazar: la materia mimos ya la aprobó hace rato.

Y tiene tres años, pero es súper respetuosa de los sentimientos de los demás. Sabe, por ejemplo, que su hermana Julieta (tres años más grande) se pone celosa cuando ella mima a su mamá. El otro día, por ejemplo, Mica besó a su mamá y después le dijo bajito, al oído: “Que Juli no se entere, mami”.

Después de leer un cuento sobre una vaca que se llamaba Lucía, nos pusimos a dibujar. La idea, claro, era dibujar a la vaca Lucía. Juli la hizo hermosa, pero Micaela se quedó seria, con el seño fruncido, como renegando. “¿Qué pasa, Mica? ¿No dibujás vos?”, le pregunté. Y respondió.

“No, tía, yo no sabo hacer una vaca”.
Textual: “No, tía, sho no shabo”.

domingo, 9 de agosto de 2009

PLANES


Tengo muchos proyectos para cuando sea una chica con plata. Dejar de trabajar, claro, pero no para estar sin hacer nada, sino para hacer millones de otras cosas más divertidas. Por ejemplo, aprender a restaurar muebles, hacer algún curso de decoración de interiores, comprarme muchos CDs (y escucharlos), interiorizarme sobre la construcción de hornos de barro.


…Tirarle unos mangos a Narda Lepes para que me dé clases de cocina (y acompañarla en algunos de sus viajes a degustar platos). Hacer muñecos de tela: quiero aprender a hacer muñecos de tela.
…Comprarme un PH con ambientes grandes y techos altos y terraza para hacer asados para mis amigos. En realidad, que los haga otro, pero yo pongo la casa sin problemas. Y ya que estamos que tenga pileta, así en verano nos tiramos después de comer el asado.
…Viajar, por supuesto. Irme adonde tenga ganas y cuando tenga ganas. Invitar a quien tenga ganas, también. Comprarme un rancho sobre la playa en Valizas y pasar los febreros ahí. Ir a Uruguay no menos de tres veces por año.
…Cumplir mi sueño y adquirir un Gordini de los de antes, que esté perfecto, reluciente, color ladrillo. Que cuando lo salude antes de usarlo, le diga: “Hola, gordis gordis, hoy nos vamos a tal lado”.
…Hacer ciclos de cine en una especie de casa cultural. Un lugar que sea medio hippón, que tenga un café adentro que de noche funcione como bar, con buena música. Que se hable de películas y que haya también una biblioteca grande, con miles de libros. Que se hable de libros. Que se hable de música. Que se hable.
...Acompañar en una gira a Manu Chao y llevarme a todas mis amigas. Que un tema lo toquemos con Romi en la percusión, Flori en el violín, Ceci en el bajo, Pao y Nati en... las panderetas y yo en el saxo.
¿Y ustedes? ¿Tienen ganas de contarme algunos de sus proyectos para cuando sean gente de plata?


Aclaración: tengo también otros proyectos un poco más interesantes y menos egoístas, pero no me quiero hacer la buena. Espero que tampoco los que compartan sus planes quieran hacerse los buenos.

miércoles, 5 de agosto de 2009

EL SIMBOLO

Dice que había pensado que a esta edad podría tal cosa y podría tal otra y yo pienso que pensó siempre en futuro y que quizá su error fue no reparar en el presente. Y que seguramente ahora se arrepiente de lo que no consiguió (porque lo compara con lo que había pensado que conseguiría), como en unos años se arrepentirá de lo que no hace en este momento (porque lo comparará con lo que piensa ahora).

Y entonces es una rueda: la gente, las situaciones, los lugares y el tiempo se le pasan (como ya se le pasaron) y ella está inmóvil, es como el eje de eso que circula.

Allá, acá, ahora: la actualidad, su actualidad, en definitiva es producto de sus propias construcciones.

Si lo pensara un segundo pensaría que todos son arquitectos de sus propias vidas. Y si hubiese una universidad que les enseñara, seguramente ahí les dirían que la clave es arrancar por la planta baja planificando una terraza, pero no obsesionado en ella, porque en el medio uno quizá deba recurrir a un cambio de planes.

Pienso en sus palabras y pienso en un click: un chasquido y un golpe. Un instante que marca un punto, que genera un impacto. Un momento de cambio. Esa señal, ese símbolo, se le cruzó ahora. Ella abre los ojos de repente. Esa señal, ese símbolo, es el mismo que le ocurrió en el pasado, cuando pensaba en futuro. Esta vez no va a dejarlo pasar.