martes, 24 de marzo de 2009

KIKA


La señora que habla sobre mí es mi abuela. Pero no le decimos abu, ni abue, ni abuelita: ella es Kika. Y queda claro, es mi fan número uno. Aquellos que me conocen saben que este video no fue arreglado: lo que ella dice es lo que piensa. ¿Cómo es que alguien te quiera así? ¡Buenísimo!


Kika es mi fuente de consulta. Y no sólo me da consejos para cocinar, sino que opina de todo: qué ropa me tengo que poner para determinada situación, qué remedio tengo que tomar si me siento mal y hasta cómo debo resolver una situación amorosa. A veces falla, pero yo siempre le digo que me dio la recomendación exacta.


Kika es optimista, es charlatana, es híper coqueta. De hecho, se molestó un poquito porque la filmé y no la dejé ir a pintarse antes. Fue maestra de toda una generación en Monte Grande y cuando vamos por la calle, muchos de ellos la paran para saludarla. A todos les dice que los recuerda, aunque cuando se alejan me confiesa que no tiene ni idea de quiénes son.


No entiendo cómo los productores de televisión todavía no se avivaron. No entiendo cómo no hay un programa hecho por un grupo de abuelas piolas que hablen sobre actualidad, política, cocina, música... Que discutan entre ellas y nos den su visión del mundo. Por eso, prometo para más adelante otros videos, con consejos de mi abuela para nosotros, la gente joven.


Kika fue maestra, decía, fue Directora y, una vez jubilada, se dedicó a ayudar. Fue presidenta de las Damas de beneficencia de Monte Grande y secretaria de la filial de la Cruz Roja de la ciudad. En este último tiempo se cansó de todo y su tarea es llamar a toda la familia por teléfono desde su casa. A mí, por ejemplo, me llama todos los días. Después de haberla grabado, me pidió que le contara qué decía la gente sobre este video. Así que escriban, que yo le transmitiré todo.

viernes, 20 de marzo de 2009

LOS REYUNOS (Anotaciones personales)


Bajada al lago en el sector del Camping El Tigre. Estaba sentada en la orilla y unos nadadores que se entrenaban para un triatlón me invitaron a nadar con ellos. Acepté. Ellos iban adelante, exigiéndose, y yo iba detrás, con la hija de uno de ellos, que era la que me protegía, por las dudas. Es que le tengo pánico a las aguas abiertas. Es como que te abandonen desnuda en el medio del desierto: una sensación de desamparo absoluto. Pero nadé. Cien metros de ida, y otros cien de vuelta. En ese periodo, me desesperé. No sentía más que el ruido de las burbujas que yo misma generaba debajo del agua y el que hacían mis aritos. Me perturbó el hecho de no saber a qué distancia estaba el fondo y a cuánto la orilla. Todo el tiempo pensaba: ¿Y si me quedo sin aire? ¿Y si me agarra un calambre? Estaba en el medio de la nada: me preguntaba dónde quedaría el hospital más cercano. Pero llegué y casi le doy un beso a la superficie. Los nadadores (a quienes les conté todo esto cuando regresamos), me felicitaron.


A la vuelta le pagué a un muchacho para que me lleve de regreso al pueblo. Me invitó (insistentemente) a cenar. Era algo así como el señor feudal de Villa 25 de Mayo. Minutos antes me había contado que su ex mujer se fue a vivir a La Pampa y dejó a su hija en la casa de sus suegros. Que él ahora estaba peleando por la tenencia, que la ex mujer era una turra, que él llevaba a la nena a la casa de sus padres, porque no vaya a ser cosa que a la nena le pasen delante de él las cosas que les pasan a las mujeres. Gentil, protocolar y muy amablemente, le dije que no. Que gracias por la invitación, pero no.


Bajada al lago en el sector del Club de Pescadores (foto de mi autoría). Hice dedo y me levantó una mujer, que viajaba con su hijo y su madre. Las dos me dieron muchos consejos, pero hubo uno que me impactó más que el resto: "Mirá mamita, viajá sola todo lo que puedas. Hacelo, mami, disfrutá mucho. Y tené hijos de grande. Pero tené hijos, mami, porque una mujer se frustra mucho si no los tiene. Tenelos: no importa con quién. Buscate un buen semental. Total, una noche de borrachera la tiene cualquiera. Después ves. Si te enamorás y funciona, mejor. Y si no, mami, lo echás a la mierda y te quedás con el nene".


Ellas, Vale y Angie (de Angelina), viven actualmente en San Bernardo. No sólo me dieron consejos. También me contaron una teoría bastante interesante que elaboraron: la "Pitodependencia". Me explicaron: "La Pitodependencia se produce cuando la mujer deja toda su vida de lado por un pito. Consigue el pito y no hace nada. Sólo está en su casa y piensa en dos cosas: en la comida y en el pito. Entonces come, mami, come mucho, se vuelve gorda, se viste mal, se pone fea. Se achancha, mamita. Y el pito empieza a buscar otras cositas afuera de la casa. Pero la mujer sigue ahí, pitodependiente: su vida no tiene sentido. Y se resigna. Total, mami, mientras el pito esté, todo bien".

SAN RAFAEL (Anotaciones personales)

El otro día vi a una pareja formada por una suiza rubia, alta, grandota y voluptuosa, y un turco petisito, morocho y muy muy muy flaco. Rarísimo.

Acá hay muchos cóndores. La señora cóndor es la que busca la comida para el macho, porque tiene mejor vista. Y cuando ella se muere (pueden llegar a vivir unos 80 años), el señor cóndor se suicida: desde unos 5.000 metros se lanza al vacío. Yo creo que es lo menos que pueden hacer los muy machistas.

En San Rafael es muy cara la ropa que en Buenos Aires es muy barata. Las frutas y las verduras, sin embargo, son más económicas y mucho más sabrosas.

¡Al fin puedo decir que me gusta el vino! Probé y aprobé el Mistela, ese que toman los curas en la misa. Aunque no puedo mentir: me dijeron que en realidad el Mistela más que vino es una especie de licor. "Shhhh, no me cuentes más nada -le susurré al bodeguero-. Siempre queda bien decir que a una le gusta el vino".

¿Cuál sería mi peso actual si, como hice en este viaje, tuviese la siguiente seguidilla de cenas: domingo, empanadas; lunes, canelones; martes, asado; miércoles, milanesa napolitana con puré; jueves, ocho sorrentinos con salsa filetto?

Una noche cené con Jennifer, una de las personas más lindas que conocí en este viaje. Canadiense, ella vive en Quebec y tiene 61 años. Fue maestra en una escuela para chicos especiales, pero ya se jubiló y ahora trabaja para el gobierno. Cada año, durante tres meses, se va de viaje. Dulce y cálida, fue como mi mamá por unos días. Me despertaba con un "¡Buen día! ¿Cómo has dormido?", con el acento típico de un extranjero que habla castellano. En su recorrido por Sudamérica hizo, entre otras cosas, trabajo voluntario en una chacra en El Bolsón. Igualmente, estos últimos días se sintió un poco triste, porque exrañaba a su nietito de tres años. Cuando la despedí se iba a Santiago de Chile y de ahí a su país. Me saludó con un abrazo, dos besos y un anhelo para mí: "Yo deséo-te, Ayelén, que tu encuentres al hombrrrggge de tu vida. Ehhhmmm (pensando palabras en español)... Y que sea un hombrrrggge de un grande corazón".

lunes, 16 de marzo de 2009

MENDOZA (Anotaciones personales)


Hacía tres años que no vacacionaba en la montaña y ahora que estoy acá, agotada de caminar y de pedalear en subida, pienso en el mar. Me doy cuenta de que el mar ofrece y la montaña exige. El mar te da su arena, lisa y llana, para que vos te tires a observar el movimiento de sus olas. La montaña te pide que la escales. Y para ver más, y más lindo, tenés que ir lo más alto posible.

Vine al Cerro de la Gloria en bicicleta. Se la dejé para que me la cuide a un policía. Me dijo que sí. Pero me pidió mi nombre y mi apellido (incluso el apellido materno), y mi número de D.N.I. Me asustó. Tenía cara de violador serial.

¿Cuál sería mi peso actual si todas las mañanas de mi vida desayunara un té, tres medialunas gigantes, otro té y dos panes caseros con manteca y dulce de leche?

Gracias ESPN. Gracias por esos tres años maravillosos (¡!), por los amigos, por el conocimiento que me regalaste. Gracias por hacerme saber sobre Federer, Wawrinka, sobre el Basilea y los argentinos que jugaron ahí (Christian Giménez y Julio Rossi), por hacerme escribir sobre ese equipo y su actuación en la Champions League. Gracias, en definitiva, por la charla compartida anteanoche, en mi cena con Alexis, mi (nuevo) amigo de Lausana.

Ahora dicen que el hijo del panadero del Valle de Uspallata fue el doble de Brad Pitt en la película "Siete años en el Tibet". Cuenta Liliana: "El actor estadounidense estuvo filmando aquí porque el paisaje se parece al Himalaya... Con la diferencia de que acá es más barato. Bueno, lo cierto es que el hijo del panadero fue actor de Holywood por un rato. Actualmente se encuentra en España, trabajando". ¿De actor, Liliana? "Sí".

Leí una nota en el diario Los Andes y me quedé un poco preocupada. Resulta que hay chicos de escuelas rurales que no empezaron las clases porque no tienen maestras. Desde la gobernación publican avisos pidiendo docentes para esos cargos, pero nadie se presenta: los ahuyenta la problemática social y los bajos sueldos. Incluso llaman para ocupar esos puestos a estudiantes que todavía no se recibieron. Es insólito: los chicos que más necesitan educación, más lejos la tienen. Ah, sólo el 12,9 de los padres de esos nenes terminaron la primaria.

Después de andar todo un día en bicicleta recordé una frase de Woody Allen en Manhattan Murder Mistery. Una pareja de viejitos le contaba que les encantaba hacer ejercicio físico y le preguntaban si él caminaba o hacía algo. Woody contestó: "No, yo prefiero atrofiarme". No sé si fue por eso, pero yo hoy me fui a las Termas de Cacheuta (foto). Es un complejo termal rodeado de cerros: algo así como el paraíso del placer para el cuerpo y la mente. Igual, como a la mañana había leído aquella nota en el diario, me dio un poco de culpa.

jueves, 12 de marzo de 2009

TRANSFORMACIONES

Tic, tac, tic, tac. De fondo se escucha el reloj que corre, de frente una nube se mueve y varía su dibujo: arranca el plano en forma de ángel y en este momento parece un perrito.

Los cambios -y no sólo la de las nubes- tienen diferentes periodos de tiempo. Uno puede estar disconforme con su intolerancia, tomar conciencia de eso y dar un golpe de timón. Un día (quizá minutos después de haber tomado conciencia; quizá años), su carácter ingresa en la meseta deseada. Son diferentes periodos de tiempo, imposibles de calcular. ¿Hace cuánto si no que miles de tipos y ahora hasta tipas se suceden intentando remediar la situación de este lugar en el que vivimos?

Tic, tac, tic, tac. Las nubes ahora parecen el mapa de las Islas Malvinas. No sé hace cuánto esa nena estaba contenta porque su madre le había comprado una patineta; y ahora es una muchacha lastimada por una mentira. No sé hace cuánto aquél niño gateaba sobre la vereda (y sobre toda la casa) y ahora es un hombre con barba que busca con constancia la felicidad.

Hace un rato, el atardecer cubría el plano; ahora ya está oscuro. Antes, el departamento de enfrente tenía una familia que daba vueltas por dentro; ahora el cartel de vende está tapado por otro más chiquito que dice "vendido". Hasta hace no mucho tiempo yo quería cambiar el diseño de este blog; después no. Ahora sí. Ahora no... Ahora sí. Tic, tac, tic, tac.

miércoles, 4 de marzo de 2009

GOTAS DE LLUVIA Y CANCIONES

Abro los ojos y lo primero que veo son las gotas que recorren el vidrio de la ventana. Corro la cortina y abro la ventana un poco más, porque tengo ganas de sentir el aire. Me acuerdo de que cuando era chica y llovía me paraba delante del vidrio y, desde adentro, recorría con mi dedo índice las gotas hasta que se deshacían. Me levanto y me miro al espejo: tengo los rulos descontrolados. Pienso cómo sería si tuviese el pelo lacio y llego a la conclusión de que mejor así, con ondas.

Bajo la escalera y abro la ventana que da al balcón. Hay más gotas en el vidrio y mi imaginación vuela: me creo que todas tienen caras, que todas están sonriendo. Pienso que mi papá se debe estar mojando en el kiosco, que mi mamá también se habrá mojado en sus escuelas del Conurbano, que debe haber gente sufriendo por alguna inundacióna y que debe haber otros que están felices por el agua y los frutos que ella le trae a sus cosechas.

Miro las gotas que caen al suelo: algunas repiquetean varias veces, otras se diluyen al primer impacto. Algunas son muy chiquititas y otras más gruesas. ¿Por qué será? ¿Con qué tendrá que ver el tamaño?

Se me ocurre poner un disco de Alfredo Zitarrosa, pero no. Prendo la radio y sintonizo a Víctor Hugo Morales. En una pausa, suena Dónde va la gente cuando llueve. Pienso que el musicalizador (o el productor, o el operador) del programa es bastante previsible y se me vienen a la mente canciones que me recuerdan momentos.

Temas de María Elena Walsh, que sonaban en en el programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, con los que mi mamá nos despertaba para ir a la escuela; Traición a la mexicana, de Zimbawe, esa canción que bailé arriba de los parlantes en un asalto, cuando iba a la escuela primaria. Se me vienen más: Julieta, de Fernando Delgadillo, que lleva el nombre de una Juli a quien quiero hasta el cielo, y de otra Juli que está por venir; Días y flores, esa hermosa canción de Silvio Rodríguez: me bajé del colectivo y él arrancaba a tocarla la primera vez que lo vi en vivo, en la Plaza de Mayo.

Más y más. Aparece Las manos de mi madre (Como pájaros en el aire), de Peteco Carabajal, que me recuerda a mi abuela y también a mi mamá: a la imagen que tengo de cada una haciéndome algo rico en sus respectivas cocinas. El Malevo, ese relato de Argentino Luna (sobre un poema de Osiris Rodríguez Castillo) que mi papá escuchaba todas las mañanas por Radio Nacional, cuando vivíamos bien cerca de la sierra, en Córdoba. Así soy yo, del Cuarteto de Nos, que me recuerda un viaje en camioneta desde Valizas a Montevideo, con unos amigos uruguayos; Dulzura distante (de Fernando Cabrera, pero la versión de Ana Prada), porque rememoro una linda escapada con Ceci y Pablo a Rosario...

Y empiezo a tararear Tiempo sin respuesta (de Nick Drake, pero la versión de Pedro Aznar) que escuché anoche, cuando ni siquiera imaginaba que hoy podía haber gotas en todos los vidrios de mi casa.

Mientras pienso todo eso, llueve.