lunes, 28 de abril de 2008

PREOCUPACION

El oso panda, los koalas, las ballenas, las canchas de padle, los parri pollos… Según mi fin de semana, puede ser que estemos ante una nueva especie en extinción: la provoleta.

Ya había hecho el pedido a mi familia, previo al asado dominguero con mis padres y mi hermano. Quería comer provoleta. La semana anterior lo había mencionado y mi solicitud no se había cumplido, pero imaginé que era por una cuestión económica.

Parece que no. Llegué y, otra vez, no había. Mi mamá me dijo que no había conseguido. No puede ser, pensé. Y salí con el auto a buscarla.

Recorrí todo (TODO) Monte Grande y no encontré. ¿Qué pasa con la provoleta? ¿Está en extinción? Suplico a quien sea que esto no ocurra.

Pero la duda me carcome. Hoy entré a mercadolibre.com.ar: aparece una. “Queso Provoleta Argentino Don Evaristo”. Según informa la página, el vendedor es de Capital Federal y la cobra 25,99 pesos argentinos. Se trata de piezas de 3,5 kilos y porciones para cocinar. Las lleva a domicilio.

¿Será la única, la última? Por las dudas, ya estoy llamando. La oferta finaliza en dos días.

viernes, 25 de abril de 2008

PIOJOS


En 1998 yo tenía 16 años y en mi casa no había cable. Los fines de semana iba a visitar a mi tía y a mis primos y ahí vi por televisión un video en un canal de música: era grupo de muchachos vestidos como cavernícolas girando alrededor de un fuego y golpeándose el pecho. "Fasolita querido; a ver cuándo venís por acá", cantaban. Fue la primera vez que escuché a Los Piojos, que por ese entonces ya tenían su tercer álbum (Tercer Arco) en la calle.

El lunes fui a verlos, esta vez en vivo: pasaron 10 años de aquella primera imagen y hay en el mercado seis discos más. No tengo ninguno en mi haber, aunque en la casa de mis padres debe estar el casette (¡cuánto hace que no escribía la palabra casette!) de Ritual, que me regaló para un cumpleaños un compañerito de folklore.

Fui con mi amiga Pao, una seguidora de Los Piojos de la primera hora. Justo acabábamos de prender un cigarrillo, cuando un chico se dirigió hacia ella:

-¿Me das una seca?
-Si, tomá.
-No, no me entendiste. Te pregunto si tenés una seda.
-Ahhh. No, no tengo.
-¿Y me das un besito?

Pao le dijo que no, aunque a la salida del Luna Park me confesaría que le gustó el muchacho en cuestión, un piojoso de pies a cabeza.

Ir a ver a Los Piojos fue como volver a la adolescencia. La banda ganó una popularidad tal que, sin hacer ninguna prensa, llenó tres Luna Park. Eso no sólo muestra que ahorran dinero: también suman una cantidad de fanáticos incalculable.

Y si algo tienen es que unen a gente de todos los sectores sociales. También, de todas las edades. Están los púberes con zapatillas de lona blancas y torso desnudo, los adolescentes con el tatuaje en el homóplato, los jóvenes que se quedan atrás de todo en el campo, los de 25 en adelante que se ubican en las primeras butacas; y los que van con sus hijos.

Hay que decirlo: ninguno de los músicos que integran el grupo es un virtuoso. Pero el frotman es Andrés Ciro. El cantante tiene una mirada que atrapa (una mirada de loco, que parece que en cualquier momento va a matar a todos). Es sencillo, no tiene una gran voz, pero mueve al público a su antojo. Posee la cualidad que no se compra ni con todo el dinero del mundo (y que es difícil de explicar): tiene carisma.

Andrés Ciro es ya un rockero maduro y no recuerdo una frase suya en la que haya querido llamar la atención, hacerse la estrella.

Decía que ir a verlos fue como volver a la adolescencia: con Pao saltamos durante las dos horas y media que duró el show, bailamos al ritmo de los temas viejos y actuales (Chac tu chac, Basta de penas) y nos tomamos una Coca Cola de medio litro en el trayecto a la parada del colectivo. Hasta ahí fuimos caminando muy despacito, porque nos dolían las piernas.

En medio de la multitud, cuando el calor era insoportable, nos dimos cuenta que no habíamos llevado nada para atarnos el pelo. Por suerte, Pao lo resolvió: sacó de su mochila breteles de corpiño (¿?) e improvisó unas colitas que nos ayudaron a combatir el calor.

Antes de llegar a casa tiramos una moneda para ver quién se bañaba primero. Perdí.

martes, 22 de abril de 2008

NIÑEZ (Un post todo personal)


Julieta y Micaela tienen 5 y 2 años y son, desde mi punto de vista, dos sonrisas eternas que caminan por la vida. Julieta y Micaela pertenecen al universo infantil y, en cada contacto que tengo con ellas, tienen un acto de generosidad: me incluyen en él, sin importar momento ni lugar.

Tengo que aclararlo, el amor que siento por ellas es infinito.

¿Acaso hay algo más lindo que una sonrisa? Me refiero a esa risa espontánea: estirar la comisura de los labios y mostrar los dientes en señal de alegría, de simpatía y hasta de timidez. Julieta y Micaela sonríen –me sonríen- y queda claro que no hay nada igual. Y eso que regalan los mejores abrazos que puedan existir.

Julieta y Micaela son hermanas, pero son muy distintas. Juli es morocha, tiene el pelo ondulado, come poquito y tiene un carácter bravo. Es hermosa, sí, pero rezonga, protesta, contesta y a veces miente. Es hermosa.

Juli se levanta de mal humor: el otro día la llamé y me dijo que mejor me pasaba con su mamá. “Hoy no tengo ganas de hablar”, se justificó. Toma los lápices con su mano izquierda y tiene una inteligencia asombrosa, que se basa, además, en sentimientos: cuando su abuela se enfermó, ella -que no recibió información en palabras sobre el tema- sólo se dedicó a mimarla. Era lo que su abuela necesitaba.

Podría ser entrevistadora, tranquilamente. Pregunta por qué: por qué me gusta tal o cual remera, por qué la perra Luisa se llama así, por qué vivo en otra ciudad, por qué trabajo. El otro día estaba mirando Los Simpson y me preguntó qué quería decir cambiar de opinión. Tiene 5 años.

Mica es rubia, tiene ojos celestes, el pelo híper lacio. Come mucho y es derecha. Da besos, muchos besos, todos los que uno le pida. Es la dulzura en un cuerpito humano. Es hermosa y todo la cohíbe, todo le da miedo, todo la intimida. Me da temor que en un futuro sea muy permeable. Es hermosa.

Mica es muy chiquita y parece que no quiere dejar de serlo: se demora en aprender a hablar y también en dejar de usar pañales. Al menos, sabe decir Aye.

Ser niño es tener la impunidad de poder hacer cualquier cosa. Y hacerlo precisamente con la justificación de ser niño. Cuando las veo (mucho menos de lo que quisiera) me acuerdo de lo que es jugar, inventar, crear. Y con ellas paso por diferentes profesiones: a veces soy clienta de un restaurante, a veces vendedora de un almacén, a veces maestra, a veces alumna, a veces futbolista y a veces armadora profesional de rompecabezas.

Julieta y Micaela pueden ser dos nenas como cualquiera, pero para mi, son mis soles. Son las hijas de Vero, mi hermana del corazón. Yo las amo.

miércoles, 16 de abril de 2008

¿PROBASTE CON UN YOGURT?


Cualquier país de Sudamérica resolvió mejor que Argentina el tema del yogurt bebible.

Cualquier consumidor medio de la bebida láctea lo nota, lo siente: lo padece, le duele. Cualquiera que haya viajado un poco más allá del territorio nacional, claro.

En Uruguay, CONAPROLE (Cooperativa Nacional de Productos de Leche) hizo del yogurt bebible un brebaje perfecto. En una versión delicada del tetrabrick, como se ve en la foto, el yogurt charrúa es delicioso. Y viene espeso, con pulpa de frutas. En una tarde en Cabo Polonio una amiga lo resumió mejor que nadie: "Con este todos los días te cagás de la risa", me dijo. Nos cagamos de la risa durante 15 días.

En Brasil una fábrica llamada El Holandés actuó de la misma forma, pero en formato botella. Y puso en el mercado muchos más sabores, como por ejemplo el de ciruela. Es un poco menos rico que el uruguayo y se destaca por su sabor dulce. Incluso el light puede llegar a empalagar.

Mientras, acá nos conformamos con el envase de 200 mililitros (menos de la mitad que el de medio litro) que no alcanza para nada. Si mi recuerdo no falla, alguna vez existió en el país el medio litro de yogurt. Peleemos por su vuelta.


Si Google es Dios, Wikipedia es su mano derecha. A continuación, su definición de yogurt.
El yogur (también conocido como yogurt, yoghurt o yoghourt, aunque estas son grafías no favorecidas por la RAE) es un producto lácteo obtenido mediante la fermentación bacteriana de la leche. Si bien se puede emplear cualquier tipo de leche, la producción actual usa predominantemente leche de vaca. La fermentación de la lactosa (el azúcar de la leche) en ácido láctico es lo que da al yogur su textura y sabor tan distintivo. A menudo se le añade fruta, vainilla, chocolate y otros saborizantes, pero también puede elaborarse sin añadidos.

jueves, 10 de abril de 2008

EL LADO OSCURO DE LAS COSAS

Una mochila que pesa –y mucho- puede no molestar para nada si el viaje generó satisfacciones, permitió conocer gente y reflexionar sobre historias. Pero de golpe, y dejando de lado todo lo positivo, eso se transforma en un mínimo fastidio: desarmarla y poner todas las cosas a lavar. ¿Hay algo peor? Sí. O quizá igual.
Desarmar una mochila cuando uno vuelve de un viaje es como desgrabar una entrevista: se escucha otra vez lo que se habló y, por si fuera poco, se repara en errores, en repreguntas omitidas, en datos equivocados.
Desarmar una mochila cuando uno vuelve de un viaje y desgrabar una entrevista es como levantar la mesa y lavar los platos después de haber cocinado una rica comida: con la panza llena y el corazón contento uno tiene que realizar el feo ejercicio de limpiar todo lo que usó.
Esta pequeña lista del lado oscuro de las cosas me hizo acordar a la canción de la chiva (hay que llamar al lobo para que saque a la chiva; el lobo no quiere sacar a la chiva, la chiva no quiere salir de ahí, etc.). Quizá alguien puede sumar más puntos a esta seguidilla.

lunes, 7 de abril de 2008

TODO CAMBIA


Grgrgrgrgrgrgr... ¿Cómo se escribe el ruido de un ronquido? No sé cómo ponerlo en letras, pero su sonido es horrible: es la más fea de las músicas del mundo. Estoy en Barra da Lagoa desde hace dos días -y me queda sólo uno-, en un hostel lleno de europeos. Los dueños, chilenos, son muy buena onda, pero me pusieron en un cuarto con tres ingleses a quienes, a esta altura, detesto. Roncan. Roncan mucho, roncan fuerte. Roncan tanto que te duele la cabeza. Y te despiertan. Me despertaron. Hoy, a las 8 de la mañana (¡en vacaciones!).

Desde esa hora que estoy pensando en cómo los viajes cambian a la gente. No surgió de la nada: acá conocí dos casos paradigmáticos. Hugo, un escritor polaco bastante loco, vino a visitar Barra da Lagoa por una semana. Se quedó dos, se quedó un mes, decidió quedarse a vivir: ya lleva más de medio año aquí. En este hostel conoció a Laura, una alemana bastante cuerda, que vino a visitar Barra da Lagoa por una semana. Se quedó dos, se quedó un mes, se enamoró de Hugo: volvió a su país, pero regresó y hoy vive en este lugar hermoso con su amor.

Conocí también a Gisela, una argentina macanudísima. Gisela es una trotamundos. Nació en Chapadmalal, vivió en Miramar, se fue a España a estudiar y ahí consiguió un intercambio para venir acá: usó al estudio para cambiar su vida (el estudio también puede resultar una buena excusa para conocer lugares).

Mañana regreso a Buenos Aires. Decidí que me voy a cortar un poco el pelo, voy a sacarme turno para el dermatólogo y me voy a hacer un tatuaje. Lo asumo: en Barra da Lagoa soy la más superficial de todas. Y la más cobarde: me encantaría quedarme, pero me vuelvo.

domingo, 6 de abril de 2008

DESTRUYENDO MITOS


Es raro. Un mito nace cuando a algo o a alguien se le atribuyen grandes cualidades o una característica que exalta, que engrandece. En estos días en Brasil empecé a creer (o acaso a darme cuenta) de que los mitos son puras mentiras. A medida que vamos creciendo hay cosas que nos cuentan como si en realidad fuésemos chicos... Como cuando nos decían que si no nos portábamos bien el Hombre de la Bolsa iba a venir a llevarnos.

Mucho me hablaron de la corriente cálida de Brasil: todas pavadas. Visité Canasvieiras, Bombas, Bombinhas (que son dos cosas distintas, pese a que todos dicen Bombas y Bombinhas, como Moreno y Fabianesi), Barra do Embaú, Ilha do Campeche, Praia Brava, Praia Moli, Barra da Lagoa: el agua está fría en todos esos lugares.

La gente de acá dice que es por una corriente fría que vino de no sé donde, pero me late que nos quieren engañar. Como cuando nos decían que si nos portábamos bien a lo largo de la vida, Dios nos iba a llevar al cielo.

Igual, me meto al agua, claro está. Lo bueno es que no hay muchas olas. Siempre me pregunté qué fue lo que pensó el creador de la bikini. No es un mito: en el mar, las mujeres solemos quedarnos en bolas. Acá no. Disfrutamos, hacemos la plancha y no nos tenemos que andar acomodando nada.

Es raro. En Brasil, observando gente, analizando diferentes comportamientos, puedo decir que, quizá, los surfers son gays. Suelen andar de a dos, en el agua conversan uno al lado del otro, no se relacionan con mujeres y da la impresión de que no caminan de la mano sólo porque tienen que cargar las tablas. ¿Nace un mito?



P.D.: en el post anterior me olvidé de mencionar que casi casi me roban. Volvíamos de un bar, íbamos hacia la posada y había chicas y chicos de no más de 13 años en la vereda de enfrente. Todos brasileños. Unas chicas argentinas nos gritaron que no sigamos caminando solas. Volvimos. A ellas les habían robado el día anterior. Zafamos. Tenía toda la plata y mi cámara digital en el bolso. A propósito: creo que mi cámara digital tiene siete vidas... Ya perdió dos.

viernes, 4 de abril de 2008

CONTACTOS


Existe un ejercicio injustificado que hacemos las personas cuando llegamos a un lugar nuevo: encontrar el parecido a otro sitio ya conocido. No me jacto precisamente por ser original: le busqué similitudes a Canasvieiras.

La playa más concurrida del norte de la isla de Florianópolis (así se publicita el lugar, pero a mi no me consta, porque vine en abril) tiene "aires" a Mar del Plata -por los negocios en su calle principal- y también a ciudades más devaludas de la costa argentina, como Mar de Ajó o Santa Teresita -por su playa "cortita"-. Es un lugar clase media, clase media baja: hay muchos tenedores libres, hay mucha gente que pide rebajas y sigue existiendo Hering, una marca noventosa que para nosotros quedó casi en el olvido. Acá hay varios locales.

Por suerte llegué y me entretuve: Clesio, el taxista que me llevó a la posada, me dio una linda bienvenida. Me contó de Floripa, me recomendó playas, me habló de Guga Kuerten y, lo más importante, me hizo precio: le pagué 50 reales un viaje que salía 88...

Si algo tiene Canasvieiras es que es casi una sucursal Argentina. Por ejemplo, todos hablan en castellano (pobre mi amiga Ceci, que hizo un curso intensivo de portugués antes de venir). Yo ya tuve dos contactos con la ciudad que me hicieron sentir que estaba allá -en Buenos Aires- y no acá -en Floripa-. A saber:

1.- Llegué a la 1.30 de la madrugada. Fui a buscar a mis amigas, que estaban durmiendo. Bajó Ceci, fuimos a la playa. Antes de pisar la arena pasó un chico en bicicleta, que fue muy claro en su ofrecimiento: "Chicas, ¿faso?".

2.- Me levanté ese mismo día a las 7.30 y empecé a caminar. Bajé de la posada y vi a un señor con su carro de cartones. Vi a una mujer con el suyo, unos metros más allá. A las dos cuadras me crucé con otro chico cartonero. Eso sí: se ve que en este lugar no hay un Macri que quiera eliminarlos.